Dr. Alexis Sosa
El miedo. ¿Qué es el miedo? Todos
alguna vez lo hemos sentido. Todo ser vivo lo debe haber sentido alguna vez en
su vida. Por lo menos una. Nosotros, los humanos, lo sentimos varias veces al
día, sobre todo en esta sociedad globalizada y cada vez más neurotizante.
Yo trabajo con el miedo y el dolor. No malinterpreten, no soy torturador,
soy odontólogo, aunque para algunos pacientes la diferencia es cuestión de grado.
Esto es extensivo a todos mis colegas. Creo que lo tenemos asumido.
Cuando empecé los cursos clínicos en la Facultad de Odontología y tuve
que efectuar mi primer extracción dental, recuerdo el terror que tenía al
acercar el fórceps al destino final. Estaba más asustado yo que el paciente. En
aquel entonces, hablar de psicología aplicada en la clínica era palabra desconocida. Te daban las
indicaciones técnicas y “suertempila”.
Después que me recuperé del shock primario, bajé a biblioteca y le pregunté
a la bibliotecaria si había algún libro que tratara sobre la atención del
paciente desde el punto de vista psicológico. Me miró como si le hubiera hecho
la pregunta en ruso. Parece que sabía ruso, porque fue al fondo de la
biblioteca y me trajo un volumen de Clínicas Odontológicas de Norteamérica que
estaba estupendo y lleno de polvo. El polvo era debido a que no lo había usado
casi nadie. Los artículos que tenía el libro me desasnaron de un montón de
preconceptos errados y me aportó otros muy buenos. A partir de ahí me interesé en
investigar por qué el solo pensar en la consulta dental, al paciente se le
mueven todas las alarmas cerebrales y la amígdala se le dispara. Los
odontólogos trabajamos, sin lugar a dudas, en la zona del cuerpo con mayor carga
emocional, una de las que se desarrolla desde el vamos. La supervivencia del
niño depende de su alimentación, y ésta, en condiciones normales, se hace a
través de la boca. Por eso el viejo y querido Freud sostenía que la etapa oral,
que se desarrolla durante los primeros meses de vida, es la base para el sano
(o no) crecimiento de la personalidad.
Los odontólogos y los ginecólogos somos los profesionales de la salud
más odiados por los pacientes. Ambos nos metemos dentro del cuerpo de los
pacientes, con plena conciencia de éstos, sin anestesia general. La diferencia
es que los odontólogos ganamos por lejos, sin distinción de edad, sexo o raza.
Los ginecólogos entran en zonas emocionalmente pesadas, en la zona del
mantenimiento de la especie, y nosotros entramos en la región de la
supervivencia individual. Además, la cercanía de la zona bucal de la zona donde
casi todo el mundo cree que está ubicado su yo (una pequeña zona detrás de sus
ojos), aumenta considerablemente el miedo.
Pero no quiero extenderme más en el tema odontología vs. miedo, sino que
quiero entrar en el miedo genérico, en el miedo que todo ser vivo siente en
determinadas ocasiones.
Vuelvo entonces a la pregunta inicial: ¿Qué es el miedo?
El miedo es una emoción universal. Las emociones tienen su origen
biológico en un conjunto de estructuras cerebrales denominado sistema límbico,
que incluyen el hipocampo, la circunvolución del cuerpo calloso, el tálamo
anterior y la amígdala. Esta última, además de desempeñar otras funciones, es
la gestora principal de las emociones.
Vamos a definir entonces qué es una emoción:
Una emoción es un estado afectivo
que experimentamos; una reacción subjetiva al ambiente que va acompañada de
cambios orgánicos, tanto fisiológicos como endócrinos, de origen innato e
influidas por la experiencia. Sobreviene súbita y bruscamente, a veces en forma
más o menos violenta, y más o menos pasajera.
La función básica de las emociones es la adaptación de nuestra unidad
mente-cuerpo a lo que nos rodea, a nuestro medio ambiente.
En el ser humano, la experiencia de una emoción generalmente involucra
un conjunto de cogniciones, actitudes y creencias sobre el mundo, que utiliza
para valorar una situación concreta, por lo que influyen en la manera en que se
percibe dicha situación.
Las emociones, al ser estados afectivos, indican estados internos
personales. Cada individuo experimenta una emoción de forma particular,
dependiendo de sus experiencias anteriores, aprendizaje, carácter y de la
situación concreta. Algunas de estas reacciones emocionales son innatas,
mientras que otras pueden adquirirse.
Ya a los pocos meses de vida tenemos emociones básicas como el miedo, la
ira o enfado, y la alegría.
Algunos animales superiores en la escala zoológica comparten con
nosotros esas emociones básicas, que en el ser humano se hacen más complejas debido
al lenguaje, porque usamos símbolos, signos y significados.
Recordemos que el símbolo es una representación sensorialmente
perceptible de una realidad, mediante rasgos que se asocian al mismo por una
convención socialmente aceptada (El IRPF simboliza a la DGI). El signo es un
objeto, fenómeno o acción material que, por naturaleza o convención, representa
o sustituye a otro (El humo puede ser signo de fuego). Tanto el símbolo como el
signo, nos permiten hacer asociaciones. El significado se lo da cada uno de
acuerdo a su manera de procesar el mundo.
Volviendo a los animales, Charles Darwin observó cómo los animales
(especialmente los primates) tenían un extenso repertorio de emociones, y que
esta manera de expresar las emociones tenía una función social, pues
colaboraban en la supervivencia de la especie.
Existen seis categorías básicas de emociones:
·
Miedo – Es la anticipación de
una amenaza o peligro que produce ansiedad, incertidumbre e inseguridad.
·
Sorpresa – Sobresalto, asombro,
desconcierto. Es muy transitoria.
·
Aversión – Disgusto, asco. Nos
aleja del objeto que nos lo produce (cuando se puede).
·
Ira – Rabia,
enojo, furia, irritabilidad. Aunque se toma como una energía destructiva, en
muchas oportunidades puede servir de motor de arranque para crear.
·
Alegría – Diversión, euforia,
gratificación. Da una sensación de bienestar y de seguridad.
·
Tristeza – Pena, soledad,
pesimismo. Lo opuesto de la alegría.
¿Y para qué sirve el miedo, entonces?
El miedo es un programa de supervivencia. Es el que nos permite
reaccionar ante un peligro real o imaginario.
Nuestra forma de reaccionar puede ser:
·
Refleja
·
Condicionada
La forma refleja es la que
cuando, por ejemplo, vamos caminando tranquilamente por la calle disfrutando de
los jardines de las casas y, de repente, se nos abalanza un rottweiler (se
escribe así, me fijé en el diccionario) más o menos del tamaño de Godzilla, que
nos hace saltar. Menos mal que el jardín tenía rejas. Pero tomé conciencia de
todo eso después de que salté para tomar distancia del posible peligro,
distancia proporcional al tamaño del perro. Esa es la reacción refleja, y el
miedo aparece cuando se concientiza el motivo de dicha reacción. Es el programa
de supervivencia innato.
La forma condicionada es la
que realmente nos interesa y sobre la que hablaremos más detalladamente en
siguientes entregas (como las telenovelas).
El motivo es que el tema del miedo es muy extenso y más antiguo que la
aparición de la especie humana, por lo que hay mucho para tratar. Además,
homeopáticamente hablando, en el repertorio no se limita sólo al rubro de
Temor, sino que hay otros síntomas asociados, como la ansiedad de conciencia,
trastornos por anticipación, susto, sobresalto, ansiedad en el estómago, ansiedad
por el futuro, etc., etc.
En el próximo capítulo veremos las connotaciones fisiológicas del miedo:
su punto de partida en el Sistema Nervioso Central y las reacciones que
produce.
Cualquier aporte o comentario será bienvenido. Gracias.
Alexis Sosa
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